Leales más allá de la lógica. Protectoras hasta el sufrimiento.
Una vez que se vincula contigo, se convierte en mucho más que un recipiente. Te ayuda a superar, en sentido anímico y físico, todo peligro que la galaxia ponga en tu camino. Aunque signifique no permitir que te vayas nunca.
Presentamos a las Ovar, también llamadas Porteadoras. Son metamorfos enormes con forma de escarabajo que los Celestials crearon para servirlos, transportarlos y protegerlos a toda costa. No son máquinas. No son herramientas sin mente. Son transportes vivos que respiran, construidos con carne blindada, músculo puro y algo peligrosamente parecido al amor incondicional.
Pero un amor así conlleva cierto bagaje.
Las Ovar miden cinco metros de pura lealtad y devoción febril. Imagina un instinto maternal curtido en combate sobre seis patas con garras que escala acantilados, cruza pecios en llamas y avanza impertérrito donde los tanques se detienen y los hombres caen. Su cabeza compactas está poblada de mandíbulas y extremidades delicadas tan capaces de acunar armas como de secarte la sangre de la cara. Algunas nadan. Algunas vuelan. Todas aman más de lo que deberían.
Entra en una y lo sabrás: está angustiosamente viva. Bajo el caparazón blindado se oculta un espacio cálido y orgánico, en parte cabina, en parte útero, donde la tripulación viaja con una seguridad inquietante. Todo lo que contiene es la Ovar: los asientos con nervios que se flexionan según tu forma, las correas que se tensan como tendones, los asideros óseos que surgen directamente de las paredes..., incluso las tuberías pulsantes que bombean agua y un engrudo nutritivo para los trayectos largos. Hacen falta nervios de acero (y un estómago aún más fuerte) para soportar esa clase de vehículo. Cuando te acomodas, desde el caparazón interior te observa un rostro inquietantemente humano, inquietantemente amable. Y te habla. Te escucha. Y lo siente todo.
Las Ovar no se vinculan entre ellas; Solo con aquellos a quienes sirven. Y cuando se las deja solas demasiado tiempo, caen en la... desesperación. Una Ovar solitaria podría recibir a un visitante como la muy anhelada respuesta de las estrellas. Muchos humanos han adquirido una de esta manera.
Y aunque pueda parecer una suerte para un Itinerante vagabundo... puede salir muy, pero que muy mal. Sobre todo si decide que la mejor forma de mantenerte a salvo es... no dejarte marchar.
Ni del planeta,
Ni de su cuerpo.